
Milei en Davos Un discurso extremo para la “batalla cultural”
Si el año pasado Javier Milei se presentó en Davos como un profeta disruptivo que aspiraba a sacudir al establishment global, este jueves reapareció con la jactancia de quien se siente definitivamente ganador. Entre un discurso y otro irrumpió en escena Donald Trump, el líder por quien el presidente argentino apostó con total audacia y que ahora, con su triunfo en Estados Unidos, se propone reescribir el manual de las ideas que dominan el mundo.
Milei se plantó en el Foro Económico Mundial para dar la “batalla cultural” contra el progresismo. Apenas mencionó al pasar los resultados económicos de su gobierno, como si el éxito fuera algo ya consumado. El foco fueron el feminismo, el ambientalismo, la diversidad sexual en todas sus formas. Atacó a la Unión Europea, a los organismos de crédito y, con especial inquina, a los anfitriones de la cumbre de Davos.
Su principal línea argumental fue destacar que existe un cambio político en el mundo, movilizado por una alianza que él integra con Trump, Meloni, Bukele, Netanyahu y la presencia estelar de Elon Musk. Y sugirió que esa es la ola correcta a la que el poder económico internacional tiene la oportunidad de subirse.
El discurso completo:
Buenos días a todos. Cuánto ha cambiado en tan poco tiempo.
Hace un año me paré aquí frente a ustedes en soledad y dije algunas verdades sobre el estado del mundo occidental que fueron recibidas con cierta sorpresa y estupor por buena parte del establishment político, económico y mediático de Occidente.
Milei conectó su discurso actual con el del año pasado, en el que declaró que Occidente estaba “en peligro”. Pero si aquella vez se presentó como un profeta disruptivo, ahora le habló al mismo auditorio como si el tiempo le hubiera dado la razón. ¿La prueba? El triunfo de Donald Trump y el amanecer de una nueva ola ideológica capaz de cambiar el balance de poder mundial.
Y debo reconocer que, en algún sentido, lo comprendo. Un presidente de un país que, producto del fracaso económico sistemático por más de 100 años, producto de haber tomado posturas pusilánimes en los grandes conflictos globales, y producto de habernos cerrado al comercio, había perdido prácticamente toda relevancia internacional con el correr de los años. Un presidente de ese país se para en este estrado y le dice al mundo entero que están equivocados, que se dirigen al fracaso, que Occidente se ha desviado y que debe ser reencauzado.
Un presidente de ese país, Argentina, que no era político, que no tenía apoyo legislativo, que no tenía apoyo de gobernadores ni de empresarios ni de grupos mediáticos. En ese discurso, aquí, parado frente a ustedes, les dije que era el comienzo de una nueva Argentina, que Argentina había estado infectada de socialismo por demasiado tiempo y que con nosotros iba a volver a abrazar las ideas de la libertad; un modelo que nosotros resumimos en la defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada.
Y también les dije que, en algún sentido, la Argentina era el fantasma de las navidades futuras de Occidente porque ya habíamos vivido todo lo que ustedes estaban viviendo y ya sabíamos cómo terminaba. Un año después, debo decir que ya no me siento tan solo, no me siento tan solo porque el mundo ha abrazado a la Argentina.
Argentina se ha convertido en ejemplo mundial de responsabilidad fiscal, de compromiso con nuestras obligaciones, de cómo terminar con el problema de la inflación y también de una nueva forma de hacer política, que consiste en decirle la verdad a la gente en la cara y confiar en que la gente entenderá.
El eje del discurso fue la “batalla cultural”, pero no dejó pasar la oportunidad de dejar sentados sus resultados económicos. Presentó como terminado el problema de la inflación, a pesar de que la Argentina mantiene índices mensuales superiores a los de casi todos sus vecinos regionales.
Tampoco me siento solo porque a lo largo de este año he podido encontrar compañeros en esta pelea por las ideas de la libertad en todos los rincones del planeta. Desde el maravilloso Elon Musk hasta la feroz dama italiana, mi querida amiga, Giorgia Meloni; desde Bukele en El Salvador hasta Víctor Orbán en Hungría; desde Benjamín Netanyahu en Israel, hasta Donald Trump en Estados Unidos.
Lentamente se ha ido formando una alianza internacional de todas aquellas naciones que queremos ser libres y que creemos en las ideas de la libertad.
Le puso nombre a la liga de aliados con los que comparte ideología. El factor Trump es clave: todos los demás jefes de gobierno aludidos ya estaban en funciones hace un año. No tuvo reparo en nombrar como creyente en las ideas de la libertad a Bukele, que mantiene un régimen de excepción en su país que le permite detener gente sin ofrecer explicaciones ni dar intervención inmediata a la Justicia.
Y lentamente, lo que parecía una hegemonía absoluta a nivel global de la izquierda woke en la política, en las instituciones educativas, en los medios de comunicación, en organismos supranacionales o en foros como Davos, se ha ido resquebrajando y se empieza a vislumbrar una esperanza para las ideas de la libertad.
Hoy vengo aquí a decirles que nuestra batalla no está ganada, que si bien la esperanza ha renacido es nuestro deber moral y nuestra responsabilidad histórica desmantelar el edificio ideológico del wokismo enfermizo. Hasta que no hayamos logrado reconstruir nuestra catedral histórica, hasta que no logremos que la mayoría de los países de Occidente vuelvan a abrazar las ideas de la libertad, hasta que nuestras ideas no sean la moneda común de los pasillos de eventos como este, no podremos bajar los brazos porque, debo decir, foros como este han sido protagonistas y promotores de la agenda siniestra del wokismo que tanto daño le está haciendo a Occidente. Si queremos cambiar, si queremos verdaderamente defender los derechos de los ciudadanos, primero tenemos que empezar por decirles la verdad.
Y la verdad es que hay algo profundamente equivocado en las ideas que se han estado promoviendo desde foro como este. Me gustaría tomarme unos minutos, desde este día, para discutir algunas de ellas. Hoy, pocas personas niegan que soplan vientos de cambio en occidente. Están quienes se resisten al cambio, está quienes lo aceptan a regañadientes pero lo aceptan al fin, están los nuevos conversos que aparecen cuando lo ven como inevitable y, por último, estamos quienes hemos luchado toda una vida por su advenimiento.
Cada uno de ustedes sabrá en qué grupo se reconoce, seguramente haya un poco de cada uno en este auditorio, pero todos reconocerán, seguramente, que el tiempo de cambio está tocando la puerta. Los momentos de cambio histórico tienen una particularidad: son tiempos donde las fórmulas que estuvieron vigentes por décadas se agotan, las maneras consideradas únicas de hacer las cosas dejan de tener sentido y lo que para muchos eran verdades incuestionables son, finalmente, puestas en duda. Son momentos donde las reglas se reescriben y por eso son tiempos que recompensan a quienes tienen el coraje para tomar riesgos.
Nuevamente alude, aunque sin nombrarlo, al triunfo de Trump. Lo hace con una invitación a sumarse a la nueva ola. A su juicio, el “coraje” paga.
Pero buena parte del mundo libre aún prefiere el confort de lo conocido, aunque sea el camino equivocado e insiste en aplicar las recetas del fracaso. Y el gran yunque que aparece como denominador común en los países e instituciones que están fracasando es el virus mental de la ideología woke. Esta es la gran epidemia de nuestra época que debe ser curada, es el cáncer que hay que extirpar.
Con esta frase ratificó su intención de convertirse en un referente global en la lucha contra las ideas progresistas, a las que identifica con la expresión despectiva “woke”. Se propuso otra vez como un activista, un evangelizador para salvar a Occidente.
Esta ideología ha colonizado las instituciones más importantes del mundo, desde los partidos y Estados de los países libres de Occidente, hasta las organizaciones de gobernanza global, pasando por instituciones no gubernamentales, universidades y medios de comunicación, como también ha marcado el curso de la conversación global durante las últimas décadas. Hasta que no saquemos esta ideología aberrante de nuestra cultura, nuestras instituciones y nuestras leyes, la civilización occidental e incluso la especie humana no logrará retornar la senda del progreso que demanda nuestro espíritu pionero.
Es indispensable romper estas cadenas ideológicas si queremos dar un paso a una nueva era dorada. Por eso, hoy quiero dedicarle unos minutos a destruir esas cadenas, pero primero hablemos de aquello por lo que estamos luchando. Occidente representa el pico de la especie humana, la tierra fértil de su herencia grecorromana y sus valores judeocristianos plantaron las semillas de algo inédito en la historia. Tras imponerse de manera definitiva sobre el absolutismo [se corta la transmisión unos segundos] inauguró una nueva era en la existencia humana. Dentro de ese nuevo marco moral y filosófico que ponía la libertad individual por encima del capricho del tirano. Occidente pudo dar rienda suelta a la capacidad creativa del hombre, dando inicio un proceso de generación de riqueza nunca antes visto.
Los datos hablan por sí solo, hasta el año 1800 el PBI per cápita del mundo se mantuvo prácticamente constante. Sin embargo, a partir del siglo XIX y gracias a la Revolución Industrial, el PBI per cápita se multiplicó por 20; sacando de la pobreza al 90% de la población mundial aun cuando la población se multiplicó por ocho veces. Esto solo fue posible gracias a una convergencia de valores fundamentales, el respeto a la vida, la libertad y la propiedad que hicieron posible el libre comercio, la libertad de expresión, la libertad religiosa y el resto de los pilares de la civilización occidental.
Sumado a esto, nuestro espíritu a fáustico, inventivo, explorador, pionero, que siempre está poniendo a prueba los límites de lo posible. Espíritu pionero que hoy se ve representado entre otros por mi querido amigo Elon Musk, que injustamente ha sido vilipendiado por el wokismo, en las últimas horas, por un inocente gesto que lo único que significa es su gratitud con la gente.
Milei volvió a defender a Musk, como ya había hecho en redes sociales, ante las críticas que recibió durante la asunción de Trump por un gesto con el brazo estirado que algunos interpretaron como una reproducción del saludo nazi.
En resumen, inventamos el capitalismo a base de ahorro, inversión, trabajo, reinversión y trabajo duro. Logramos que cada trabajador pudiera multiplicar por 10, por 100 o porque no hasta por 1000 su productividad, venciendo así a la trampa malthusiana. Sin embargo, en algún momento del siglo XX perdimos el rumbo y los principios liberales que nos habían hecho libres y prósperos fueron traicionados.
Una nueva clase política, amparada por ideologías de corte colectivistas, y aprovechando momentos de crisis, vio una oportunidad perfecta para acumular poder. Toda la riqueza creada por el capitalismo hasta ese momento y en el futuro sería redistribuida bajo algún esquema de planificación centralizada, donde el puntapié inicial a un proceso cuya nefasta consecuencias estamos padeciendo hoy mismo. Impulsando una agenda socialista, pero insidiosamente operando dentro del paradigma liberal, esta nueva clase política desvirtuó los valores del liberalismo. Así, reemplazaron libertad por liberación, utilizando el poder coercitivo del Estado para distribuir la riqueza creada por el capitalismo. Su justificación fue la siniestra, injusta y aberrante idea de la justicia social, complementada por entramados teóricos marxistas cuyo fin era liberar al individuo de sus necesidades.
Milei le da la vuelta a un argumento que en otros tiempos usaba la izquierda radical. Desde ese sector se acusaba a la socialdemocracia de haber abandonado sus ideales para amoldarse a la línea dominante del neoliberalismo. Ahora desde la nueva derecha se acusa al centro conservador de haberse dejado infiltrar por el comunismo. En ambos casos se trata de explicar con la lógica amigo-enemigo el mismo fenómeno complejo que lastra el crecimiento global y deriva en una profunda insatisfacción de las clases medias.
Y en el fondo de este nuevo esquema de valores, la premisa fundamental de que la igualdad ante la ley no es suficiente, ya que existen injusticias de bases ocultas que deben ser rectificadas, lo cual representa una mina de oro para burócratas con aspiraciones de omnipotencia.
En esto consiste fundamentalmente el wokismo, es el resultado de la inversión de los valores occidentales, cada uno de los pilares de nuestra civilización fue cambiado por una versión distorsionada de sí mismo mediante la introducción de diversos mecanismos de su versión cultural. De los derechos negativos a la vida, la libertad y a la propiedad, pasamos a una cantidad artificialmente infinita de derechos positivos. Primero fue la educación, luego la vivienda y, a partir de allí, cosas irrisorias como el acceso a Internet, la televisación del fútbol, el teatro, los tratamientos estéticos y un sinfín más de deseos que se transformaron en derechos humanos fundamentales, derechos que, por supuesto, alguien tiene que pagar. Y que sólo pueden ser garantizados mediante la expansión infinita del aberrante Estado.
En este punto, Milei asocia sin decirlo al kirchnerismo con la cultura woke. No hay muchos otros lugares en el mundo en el que, por caso, se haya estatizado la televisación del fútbol.
En otras palabras, del concepto de libertad como protección fundamental del individuo frente a la intervención del tirano, pasamos al concepto de liberación mediante la intervención del Estado. Sobre esta base fue construido el wokismo, un régimen de pensamiento único, sostenido por distintas instituciones cuyo propósito es penalizar el disenso, feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto, ecologismo, ideología de género, entre otros, son cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado mediante la apropiación y distorsión de causas nobles.
Veamos algunas.
El feminismo radical es una distorsión del concepto de igualdad y aún en su versión más benévola es redundante, ya que la igualdad ante la ley ya existe en Occidente.
Todo lo demás es búsqueda de privilegios, que es lo que el feminismo radical realmente pretende, poniendo a una mitad de la población en contra de la otra cuando deberían estar del mismo lado. Llegamos, incluso, al punto de normalizar que muchos países supuestamente civilizados si uno mata a la mujer se llama femicidio, y eso conlleva una pena más grave que si uno mata a un hombre solo por el sexo de la víctima.
Es una de las expresiones más fuertes de Milei contra el feminismo, en la que refuta el concepto de femicidio, reconocido como agravante en la legislación penal argentina desde 2012. Aquella ley se votó por unanimidad en la Cámara de Diputados; uno de esos votos fue de la actual ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Legalizando, de hecho, que la vida de una mujer vale más que la de un hombre, enarbolando la bandera de la brecha salarial de género, pero cuando uno mira los datos es evidente que no hay desigualdad para una misma tarea, sino que la mayoría de los hombres tienden a profesiones mejor pagas que la mayoría de las mujeres.
No está claro a qué datos se refiere para explicar que existe una tendencia de los hombres a ocupar profesiones con mejor pago.
Sin embargo, no se quejan de que la mayoría de los presos son hombres, ni que la mayoría de los plomeros son hombres, ni que la mayoría de las víctimas de robo o asesinato son hombres y ni que hablar de la mayoría de las personas que murieron en guerras.
Pero si uno plantea estas cuestiones, desde los medios de comunicación o incluso desde este foro, nos tildan de misóginos solo por el hecho de defender un principio elemental de la democracia moderna y el Estado de Derecho, que es la igualdad ante la ley y los datos.
El wokismo, además, se manifiesta en el siniestro ecologismo radical y la bandera de cambio climático. Conservar nuestro planeta para la futuras generaciones es cuestión de sentido común, nadie quiere vivir en un basurero. Pero nuevamente el wokismo se la arregló para pervertir esa idea elemental de preservar el medio ambiente para el disfrute de los seres humanos; pasamos a un ambientalismo fanático donde los seres humanos somos un cáncer que debe ser eliminado, y el desarrollo económico poco menos que un crimen contra la naturaleza. Sin embargo, cuando uno argumenta que la Tierra ha tenido ya cinco ciclos de cambios bruscos de temperatura y que en cuatro de ellos el hombre ni existía, nos tildan de terraplanistas para desacreditar nuestras ideas, sin importar que la ciencia y los datos estén de nuestro lado.
Otra vez se alinea con la tesis de Donald Trump, reflejada en la muletilla “drill, baby, drill”, con la que llama a devolver vigor a las fuentes de energía tradicionales no renovables.
No es casualidad que estos mismos sean los principales promotores de la agenda sanguinaria y asesina del aborto, una agenda diseñada a partir de las premisas maltucianas de que la superpoblación va a destruir a la Tierra y, por lo tanto, debemos implementar algún mecanismo de control poblacional. De hecho, esto ha sido ya adoptado al extremo que hoy en el planeta se está empezando a convertir en un problema la tasa de crecimiento de la población.
Volvió a mencionar la “agenda asesina del aborto” como en su discurso en Davos 2024. Su argumento sobre el problema del crecimiento de la población no toma en cuenta el principal cambio cultural que influye en esa tendencia. La mayor inserción de la mujer en la vida laboral ha sido un factor decisivo para retrasar la maternidad y, en efecto, reducir las tasas de natalidad sobre todo en los países centrales.
Vaya tarea que se mandaron con estas aberraciones del aborto. Desde estos foros se promueve la agenda LGBT, queriendo imponernos que las mujeres son hombres y los hombres son mujeres sólo si así se auto perciben y nada dicen de cuando un hombre se disfraza de mujer y mata a su rival en un ring de boxeo o cuando un preso alega ser mujer y termina violando a cuanta mujer se le cruce por delante en la prisión.
Sin ir más lejos, hace pocas semanas fue noticia en todo el mundo el caso de dos americanos homosexuales que, enarbolando la bandera de la diversidad sexual, y fueron condenados a cien años de prisión por abusar y filmar a sus hijos adoptivos durante más de dos años. Quiero ser claro que cuando digo abusos no es un eufemismo, porque en sus versiones más extremas la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos, por lo tanto quiero saber quién avala esos comportamientos.
El caso al que alude es el de William y Zachary Zulock, del estado de Georgia, que fueron condenados en diciembre a reclusión perpetua por cometer abusos sexuales sistemáticos contra sus hijos adoptivos. La noticia fue viral en foros de redes sociales de la nueva derecha durante las últimas semanas del año. A partir de este ejemplo, Milei dio un paso hasta ahora inexplorado en su discurso de asociar la ideología de género con la pedofilia.
Están dañando irreversiblemente a niños sanos mediante tratamientos hormonales y mutilaciones, como si un menor de cinco años pudiera prestar su consentimiento a semejante cosa. Y si ocurriera que su familia no está de acuerdo, siempre habrá agentes del Estado dispuestos a interceder en favor de lo que ellos llaman el interés del menor. Créanme que los escandalosos experimentos que hoy se realizan en nombre de esta ideología criminal serán condenados y comparados con aquellos ocurridos durante las épocas más oscuras de nuestra historia. Y cubriendo esta multitud de prácticas abyectas está el eterno victimismo siempre dispuesto a disparar acusaciones de homofobia o transfobia y otros inventos cuyo único propósito es intentar callar a quienes denuncian este escándalo del que las autoridades nacionales e internacionales son cómplices.
Por otro lado, en nuestras empresas, instituciones públicas y casas de estudios el mérito fue dejado de lado por la doctrina de la diversidad, que implica un retroceso hacia los sistemas nobiliarios de antaño. Se inventan cupos para cuántas minoría se le ocurra a los políticos, que lo único que hacen es atentar contra la excelencia de esas instituciones. El wokismo también ha distorsionado la causa de la inmigración, la libre circulación de bienes y personas están en los fundamentos del liberalismo, lo sabemos bien, Argentina y los Estados Unidos y muchos otros países se hicieron grandes por aquellos inmigrantes que dejaron sus tierras de origen en busca de nuevas oportunidades.
Sin embargo, de intentar atraer el talento extranjero para promover el desarrollo hemos pasado a la inmigración masiva motivada no desde el interés nacional sino desde la culpa. Como Occidente es la supuesta causa de todos los males de la historia, debe redimirse abriendo sus fronteras a todo el mundo, culminando necesariamente en una colonización inversa, que se asemeja al suicidio colectivo. Así es como vemos hoy en las imágenes de hordas de inmigrantes que abusan, violan o matan a ciudadanos europeos que solo cometieron el pecado de no haber adherido a una religión en particular. Pero cuando uno cuestiona estas situaciones es tildado de racista, xenófobo o nazi.
Milei abrazó aquí las tesis de la ultraderecha europea, que cuestiona el avance de la inmigración desde países musulmanes. El argumento supone que se ha desvirtuado la naturaleza de la inmingración, cuyo motivo debiera ser “atraer el talento extranjero”. Sin embargo, el mundo desarrollado tiene una carencia de mano de obra de baja calificación, que es la que mayoritariamente ocupan los inmigrantes.
El wokismo ha calado tan profundamente en nuestras sociedades, promovido por instituciones como esta, que se ha llegado incluso a cuestionar la idea misma de sexo a través de la nefasta ideología de género.
Esto ha derivado todavía mayor intervención estatal mediante legislación absurda como el que el Estado tiene que financiar hormonas y cirugías millonarias para cumplir con la autopercepción de ciertos individuos. Recién hoy estamos viendo los efectos de toda una generación que mutiló su cuerpo, promovidos por una cultura de la relatividad sexual que tendrá que pasar su vida entera en tratamientos psiquiátrico para afrontar lo que se hicieron, pero nadie nada dice de estas cuestiones. No solo eso, también han sometido a la inmensa mayoría a ser esclavos de las equivocadas autopercepciones de una diminuta mayoría y, además, el wokismo pretende secuestrar a nuestro futuro.
Porque al dominar las cátedras de las universidades más prestigiosas del mundo está formando las élites de nuestros países para impugnar y negar la cultura, las ideas y los valores que nos hicieron grandes, lesionando aún más nuestro tejido social. ¿Qué nos queda para el futuro si estamos enseñándoles a nuestros jóvenes a sentir vergüenza por nuestro pasado? Todo esto se incubó y desarrolló de forma cada vez más notoria durante las últimas décadas, después de la caída del Muro de Berlín, curiosamente los países libres se empezaron a autodestruir cuando se quedaron sin adversarios por derrotar. La paz nos volvió débiles, fuimos derrotados por nuestra propia complacencia. Todas estas y otras aberraciones, que por cuestiones de tiempo no podemos enumerar, son las que hoy amenazan a Occidente y son, lamentablemente, las creencias que instituciones como esta han promovido durante cuarenta años. Aquí nadie se puede hacer el inocente. Le han rendido culto por décadas a una ideología siniestra y asesina como si se tratara de un becerro de oro y han movido cielo y tierra para imponerla sobre la humanidad.
Nuevamente Milei apunta de manera filosa y directa contra los organizadores del Foro Económico Mundial, al que asocia al socialismo pese a haber sido desde siempre el espacio más elitista del capitalismo global.
Esta misma organización y también los organismos supranacionales más influyentes han sido ideólogos de esta barbarie.Los organismos multilaterales de crédito han sido un brazo extorsivo y muchos estados nacionales, y en particular la Unión Europea, han sido y son un brazo armado. ¿O acaso en Reino Unido hoy mismo no están encarcelando a ciudadanos por revelar crímenes aberrantes, realmente espantosos, cometidos por migrantes musulmanes que el gobierno quiere ocultar?
Es curioso que para criticar a la Unión Europea haya elegido un ejemplo del Reino Unido, que dejó el bloque después de las elecciones del Brexit, hace 8 años.
O acaso los burócratas de Bruselas no suspendieron las elecciones de Rumanía simplemente porque no les gustó qué partido había ganado.
Refiere aquí a la decisión del Tribunal Constitucional Europeo que anuló en noviembre la primera vuelta electoral en Rumania porque el candidato que había salido primero, el prorruso Calin Georgescu, fue beneficiado por la interferencia estatal de Moscú. Lo hizo después de analizar documentos oficiales que sugerían que Georgescu habría violado la legislación electoral en materia de financiación de su campaña y que se produjeron ciberataques a la infraestructura tecnológica usada para el proceso electoral, impulsadas por el régimen de Vladimir Putin.
Frente a cada una de estas discusiones, el wokismo intenta desacreditar a quienes cuestionen estas cosas, primero etiquetándonos para luego censurarnos, si somos blancos debe ser racista, si sos hombre debes ser misógino o miembro del patriarcado, si sos rico debes ser un cruel capitalista, si sos heterosexual debes ser heteronormativo, homofóbico o transfóbico. Para cada cuestionamiento tienen una etiqueta, que luego intentan censurar por vías de facto o de iure.
Porque debajo del discurso de la diversidad y de la democracia y de la tolerancia que dicen esgrimir, lo que en verdad se esconde es el deseo manifiesto de destruir la disonancia, la crítica y en esencia la libertad para seguir sosteniendo un modelo del cual ellos son los principales beneficiarios.¿O acaso no escuchamos estos días como ciertas autoridades europeas importantes, bastante rojitas, por decirlo de alguna manera, llaman abiertamente a la censura; o que en realidad, no hay censura, pero sí hay que callar a los que piensan distinto a la ideología woke.
Es otra defensa a Musk, a quien autoridades de la UE exigen que su red social X cumpla normativas digitales del bloque.
Y qué clase de sociedad puede resultar del wokismo. Una sociedad que reemplazó el libre intercambio de bienes y servicios por la distribución arbitraria de la riqueza a punta de pistola, reemplazó las comunidades libres por la colectivización forzada, reemplazó el caos creativo del mercado por el orden estéril y esclerótico del socialismo. Una sociedad llena de resentimiento, donde hay solo dos tipos de personas, quienes son pagadores netos de impuestos por un lado y quienes son beneficiarios del Estado por otro. Y no me refiero con esto a quienes reciben la subsistencia social porque no tienen para comer, hablo de las corporaciones privilegiadas hablo de los banqueros que fueron rescatados en las crisis supreme, de la mayoría de los medios de comunicación, de los centros de adoctrinamiento disfrazados de universidades, de la burocracia estatal, de los sindicatos, de las organizaciones sociales, de las empresas prebendarias del Estado y de todos los sectores que viven de los impuestos que pagan los que trabajan.
Hablo del mundo que describe Ayn Rand en “La rebelión de Atlas”, que lamentablemente se ha materializado. Un esquema donde el gran ganador es la clase política que se convierte, a su vez, en árbitro y parte interesada de esta repartija. Lo repito: la clase política es árbitro y parte interesada en esta repartija. Y como siempre el que reparte se lleva la mejor parte. Donde por debajo de diferencias cosméticas entre los distintos partidos se comparten intereses, socios, arreglos y un compromiso inalterable con que nada cambie, por eso lo llamó a todos ellos el Partido del Estado. Un sistema que se esconde detrás de discurso bienpensantes donde, según ellos, el mercado falla y son ellos los encargados de solucionar dichas fallas con regulaciones, fuerza y burocracia. Pero no existen las fallas de mercado. Lo repito nuevamente: no existen las fallas de mercado.
Dado que el mercado es un mecanismo de cooperación social donde se intercambian voluntariamente derecho de propiedad. Las supuestas fallas de mercado son una contradicción en sus propios términos, lo único que genera esa intervención son nuevas distorsiones del sistema de precios, lo que a su vez entorpece el cálculo económico, el ahorro y la inversión y por ende a la postre terminan generando más pobreza o una maraña inmunda de regulaciones, por ejemplo, como la que existe en Europa, matando el crecimiento económico. Como suelo decir en mis ponencias: “si usted considera que existe una falla de mercado, vaya y revise si no está el Estado metido en el medio, y si encuentra que no haga de nuevo el análisis porque está mal”.
Por eso mismo como el wokismo no es ni más ni menos que un plan sistemático del partido del Estado para justificar la intervención estatal y el aumento del gasto público ,esto quiere decir que nuestra primera cruzada, la más importante si queremos recuperar el occidente del progreso, si queremos construir una nueva época de oro tiene que ser la reducción drástica del tamaño del Estado. No solo en cada uno de nuestros países, sino también la reducción drástica de todos los organismos supranacionales.
Porque es la única forma de cortar de cuajo con este sistema perverso, drenándole los recursos, para devolver al pagador de impuestos lo que es suyo y terminar con la venta de favores. No hay mejor método que eliminar la burocracia estatal para que no exista la posibilidad de vender dichos favores.Las funciones del Estado deben limitarse nuevamente a la defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Cualquier otra función que el Estado se arrogue será en detrimento de su tarea fundamental y culminará, inexorablemente, en el Leviatán omnipresente que hoy todos padecemos.
Milei vuelve en este tramo a su tradicional línea antiestatal, como corolario de su argumentación contra las ideas progresistas en el mundo.
Hoy asistimos a un agotamiento global de este sistema que nos dominó las últimas décadas. Así como sucedió en Argentina, en el resto del mundo se está acentuando el único conflicto relevante de este siglo y de todos los que ya pasaron: el conflicto entre los ciudadanos libres y la casta política que se aferra al orden establecido, redoblando sus esfuerzos de censura, persecución y destrucción.
Por fortuna, en todo el mundo libre hay una mayoría silenciada que se está organizando y en todos los rincones de nuestro hemisferio resuena el eco de este grito de libertad. Estamos frente a un cambio de época, un giro copernicano, la destrucción de un paradigma y la construcción de otro, y si las instituciones influencian global, como esta casa quiere pasar de página y participar de buena fe de este nuevo paradigma, tendrá que hacerse responsable del papel que jugaron en estas últimas décadas y reconocer ante la sociedad el mea culpa que se le reclama.
Para cerrar, quiero hablarles directamente a los líderes del mundo, a todos aquellos que conducen tanto Estados nacionales como grandes grupos económicos y organismos internacionales, tanto los aquí presentes como los que nos están escuchando desde sus casas. Las fórmulas políticas de las últimas décadas que he expuesto en este discurso, han fracasado y están colapsando sobre sí mismas. Eso quiere decir que pensar como piensan todos, leer lo que leen todos, decir lo que dicen todos solo puede conducir al error, aunque aún haya muchos que persistan en caminar hacia el precipicio.
El guión de los últimos 40 años se ha agotado y cuando un sistema se agota la historia se abre. Por eso, a todos los líderes globales les digo: es momento de salir de ese guión, es momento de ser audaces, es momento de animarse a pensar y de animarse a escribir versos propios porque cuando las ideas y los textos del presente dicen todo lo mismo y dicen cosas equivocadas, ser valiente consiste justamente en ser extemporáneo, consiste en volver hacia atrás, en no dejarse encandilar por lo pasajero perdiendo de vista lo universal; consiste en recuperar verdades que para nuestros antecedentes eran obvias y que están en la base del éxito civilizatorio que ha sido occidente, pero que el régimen del pensamiento único de las últimas décadas percibió como si fueran herejías.
Como dijo alguna vez Churchill «Cuanto más para atrás miremos, más lejos podremos ver hacia adelante».Es decir, tenemos que encontrarnos con verdades olvidadas de nuestro pasado para desatar el nudo del presente y dar el próximo paso adelante como civilización hacia el futuro. ¿Y qué veo cuando miro para atrás? Que tenemos que abrazar, una vez más, las últimas tesis comprobadas de éxito económico y social. Es decir, el modelo de la libertad, volver a abrazar las ideas de la libertad, volver al liberalismo. Eso es lo que estamos haciendo en Argentina, eso es lo que confío que el presidente Trump hará en esta nueva Norteamérica, y es lo que invitamos a hacer a todas las grandes naciones del mundo libres y pretenden frenar a tiempo lo que, a todas las luces, es un sendero que conduce a la catástrofe.
En definitiva, lo que les estoy proponiendo es que hagamos a occidente grande nuevamente.
Para cerrar el discurso, Milei se pone casi como un vocero de Trump, que invita al resto del mundo a sumarse a los vientos de cambio. Reescribe el eslogan del presidente de Estados Unidos, Make America Great Again (MAGA), y propone “hacer Occidente grande otra vez”.
Hoy, al igual que hace 215 años, la Argentina ha roto sus cadenas y los invita, como dice nuestro himno, a todos los mortales del mundo a oír el grito sagrado: “Libertad, libertad, libertad”. Que las fuerzas del cielo nos acompañen. Muchísimas gracias a todos y… ¡Viva la libertad, carajo!